DAR Y RECIBIR

(Nota: Este escrito de mi autoría es el mismo publicado en noviembre del año pasado, 2010)  

“Hay que dar para recibir”. Según este elevado principio, obtenemos de los demás – y de la vida – en la misma medida en que entregamos. Pero, en un mundo cada vez más materialista, la interpretación y el uso que hacemos de esa ley universal no son los más acertados.

 Básicamente, lo que establece dicho principio es que si somos generosos de espíritu con nuestros semejantes y con el universo entero, seremos recompensados con la misma generosidad. Pero, no significa que debamos esperar, a propósito, recompensa alguna por nuestras acciones bondadosas; hay que dar con desprendimiento, sin esperar nada a cambio. De lo contrario, desvirtuamos el acto de dar, y simplemente lo usamos como un instrumento mercantil para comprar “bienes” al receptor de nuestra acción. Es decir, la errónea aplicación de dicha regla lleva a algunas personas a dar compulsivamente, con el fin de ganar la  gratitud incondicional de los demás, y los muchos otros beneficios que ello implica, como poder y control, entre otros.

Me gusta recordar la época de mi vida cuando dar y recibir eran gestos espontáneos. Si dábamos algo a alguien lo hacíamos por el mero placer de hacerlo; con el fin de alegrarle la existencia; como un gesto de amistad. Y aun en los casos donde dábamos algo en reciprocidad por algún bonito gesto recibido, lo hacíamos con naturalidad; sin precipitación ni angustias; sin más obligación que la que imponen tácitamente la nobleza y las buenas costumbres. Simplemente un beso, un abrazo, una sonrisa, o una palabra de agradecimiento nos hacían felices; eran nuestro mayor premio cuando ofrendábamos algo a alguien. Sí, lógicamente al final se construían muchas amistades duraderas dando y recibiendo, pero siempre de una manera sana.

En esos años, cuando éramos objeto de alguna atención que sabíamos desinteresada, agradecíamos gustosamente de palabra y de corazón, sin recelos ni temores por obligaciones o compromisos indeseados. Recibíamos con los brazos abiertos, contentos y agradecidos, a sabiendas de que se nos presentaría la oportunidad de devolver la deferencia, a su debido momento y en la medida de nuestras posibilidades.

Si necesitábamos y obteníamos un favor de alguien, quedábamos en “deuda”. Sí. Pero gustosos, confiando en que tarde o temprano lo retribuiríamos de algún modo, ya que “nobleza obilga”. Pero siempre de acuerdo a nuestras capacidades; sin temer “pases de facturas” demandando cosas fuera de nuestro alcance material ni reñidas con nuestros valores.

Pero las cosas cambian, y no siempre para bien. Actualmente, para millones de seres humanos la acción de dar y recibir tiene un sentido meramente pragmático. Esto puede apreciarse fundamentalmente en el hecho de que a muchas personas no les gusta agradecer; temen hacerlo, y lo evitan a toda costa. Porque en su mentalidad dar las gracias los compromete; es dejar constancia fehaciente de que recibieron algo; es firmar un recibo que más tarde tendrán que pagar. Por ello, para disimular cuando son objeto de algún gesto, se abstienen de pronunciar la palabra “gracias”. Incluso en situaciones obvias, donde es lo único que se puede – y se debe – decir. Dichas personas llevan la cuenta exacta de las veces que dan y las veces que reciben, para asegurarse de que la balanza comercial de favores realizados se inclina hacia su lado, y la de favores recibidos, del otro lado. Y asumen el dar para recibir como una férrea competencia de quien es más “generoso”, para así obtener más a cambio, y deber menos. Pero cabe señalar que no podemos ocultar o ignorar una buena acción recibida ya que ésta constituye en sí misma la mejor evidencia.

Ya prácticamente estamos en navidad. Es el momento perfecto para intentar despojarnos de las nociones mercantilistas que contaminan cada vez más nuestra natural disposición a dar y recibir. Al final, todos los seres humanos de una u otra forma buscamos la felicidad. La satisfacción espiritual que se siente dando y recibiendo desinteresadamente es tan inmensa que eclipsa totalmente los placeres o temores materiales de hacerlo condicionados.

En estas navidades, busquemos la felicidad con un “toma y dame” de amor y paz. Sobran razones para intentarlo.

Ángel Rafael La Rosa Milano

«el sol brilla siempre dentro de ti»

2 Responses to DAR Y RECIBIR

  1. Lorena La Rosa Milano dice:

    Hermano, no había entrado al blog y debo confesar que estoy encantada con los articulos que he leido, los cuales comentare uno a uno. Este en particular me llena mucho, porque siento que estamos en la misma línea de pensamiento. Siempre habrá buenas razones para dar los regalos más valiosos de la vida, que además son los más económicos. Definitivamente, aquellos que engrandezcan nuestra espiritualidad, como lo son los gestos de amor, la solidaridad, el cariño, la amistad verdadera, una sonrisa…..
    Cada vez que puedo doy gracias al universo porque tuvimos una familia que nos dio en abundancia esos regalos, que hoy por hoy son los árboles robustos que yacen en nosotros para afrontar todas las dificultades que hemos conseguido a nuestro paso por esta vida.

    Felicitaciones por este blog

    • Angel Rafael La Rosa Milano dice:

      ¡Lorena María!
      Primero déjame decirle a mis estimados lectores que eres mi hermana biológica.
      Hoy SOL está de fiesta por tu visita. Bienvenida a tu casa hermana querida.
      Te doy las gracias por este bonito presente navideño: tu sorpresiva y gratísima aparición en mi blog, con tan bellas y profundas palabras.
      Qué más puedo pedir…
      ¡Gracias hermana bella!
      Ángel

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