Sr. Joe Biden, si quiere ser presidente haga esto…

septiembre 21, 2020

  Sr. Vice presdiente Joe Biden, lo saludo cordialmente desde Japón, Tokio.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          Aunque soy venezolano, y sólo he estado en su país de vacaciones – varias veces – desde muy joven me interesó la política estadounidense y, por alguna razón, desde el principio sentí conexión con el partido Demócrata, con sus nobles ideales de justicia y liberalismo sociales.                                                                                                                                         Pero, debe saber que mi admiración por su partido no es ciega ni mucho menos (tampoco lo ha sido nunca por alguna agrupación política de mi propio país); que, por el contrario, todos estos años he sido muy crítico con algunas acciones tomadas por el partido Demócrata cuando ha estado en el poder. Hablemos de Cuba, por ejemplo.                                                                                                                                             Sabemos perfectamente que la normalización de las relaciones con el país antillano no haya sido un simple capricho del presidente Obama, algo que le viniera en sueños de la noche a la mañana. Según una encuesta realizada en 2015 por el Centro Pew Research, 72 % de los estadounidenses están a favor de levantar el embargo. Es más, en 2007, Estados Unidos se convirtió en el quinto socio comercial de Cuba, debido, entre otras razones, a que el presidente (republicano) George W. Bush restableció la exportación de productos agrícolas estadounidenses a la isla.                                                                                                                                        Se puede adivinar – aunque el presidente Obama no pueda reconocerlo públicamente y mucho menos frente al régimen comunista castrista – que el fin último de su administración al normalizar las relaciones era intentar la transformación gradual de la dictadura cubana en una democracia «made in America». Muy distinto a la noción absurda y ultraderechista promovida por algunos incautos, desinformados y manipuladores de que el restablecimiento de las relaciones expresaba el deseo de Obama y su gobierno de impulsar el comunismo. ¡Qué ridiculez!                                                                                                                                             El problema, Señor Biden, es que lejos de transformar a la dictadura comunista cubana en democracia, el restablecimiento de las relaciones con Cuba está produciendo – al menos al corto y mediano plazos – el efecto contrario: Está funcionando más bien como un espaldarazo de la administración Obama, como un acto de legitimación de la tiranía cubana ante el mundo.                                                                                                                                                    Vice presidente Biden, no voy a entrar en los detalles de como el régimen castrista cubano ha logrado «invadir» silenciosamente a mi país Venezuela, en los últimos 20 años, claro está, con la complicidad del régimen narco genocida chavista venezolano. Tampoco voy a ahondar en la inmemsa tragedia que eso ha significado para mi pobre país. Sólo diré que si Ustedes pensaron que la normalización de las relaciones con Cuba era una posible solución al problema del comunismo en ese país, se equivocaron estrepitosamente. Ha quedado muy claro al mundo entero que «el remedio fue peor que la enfermedad».                                                                                                                                              Señor Biden, decidí escribirle esta carta, porque quisera ayudarlo – muy modestamente – a consolidar la ventaja que, en las encuestas estadounidenses, mantiene actualmente sobre el aprendiz de autócrata, Donald Trump, y así Usted pueda hacerse con la presidencia de Los Estados Unidos. Asimismo, creo sinceramente que Usted, Obama y el partido Demócrata en general son perfectibles, mientras que Trump es totalmente desechable, por inservible, irreparable.                                                                                                                                            Hágame el favor – pero principlamente hágaselo a Usted mismo – de «escuchar» con atención. Los mejores consejos no siempre vienen de los «expertos», a veces pueden venir de anónimos, de «don nadies»,como este servidor, por ejemplo.                                                                                                                                                  Si Usted realmente quiere convertir al «bidenismo» a un número importante de votantes hispanos estadounidenses entre los que se sintieron burlados, traicionados y atacados por el apoyo de Obama al castrismo, sólo tiene una posibilidad: ¡PÍDALES PERDÓN! Todos y cada uno de los días que faltan de aquí a las elecciones (seria deseable acompañar la disculpa con una reverencia japonesa, preferiblemente de rodillas); explíqueles claramente, hasta el cansancio, cual fue la verdadera intención tras el restablecimiento de las relaciones con Cuba (todavía hay hispanos que real y honestamente piensan que Ustedes planean instaurar el comunismo en Los Estados Unidos. Para mí es un chiste, pero no para ellos. Créame); dígales que Usted entiende que la medida de Obama – auque a un nivel muy pragmático trajo beneficios comerciales – hizo más miserable y trágica la existencia de millones de seres humanos, entre cubanos, venezolanos e hispanos en general; finalmente, Señor Biden, explíqueles minuciosamente qué medidas tomará, de ser presidente, para combatir los graves problemas, la desgracia que el pacto de Obama con el castrismo trajo a mi sufrido pueblo.                                                                                                                                              No hay otra, mi estimado. El tiempo corre…


Maltrato verbal/psicológico de un entrenador a un niño

septiembre 13, 2020

En una oportunidad anterior, escribí aquí en mi blog un artículo titulado «Pegar no es educar, es humillar». En dicho escrito, además de mi posición sobre tan importante tema, aporté información variada, obtenida de diversas fuentes calificadas. Hoy, escribiré sobre un problema relacionado: El grito como una forma de maltrato infantil. Pero, a diferencia del texto anterior, sobre el castigo corporal, esta vez sólo me limitaré a narrarles un hecho en el que me vi envuelto, y el cual motivó estas líneas.                                          

En días recientes, mientras me disponía a dar un paseo en bicicleta por mi localidad, se me presentó una situación inesperada y alarmante; una de esas en las que no quisiéramos involucrarnos, pero en las que DEBEMOS hacerlo.                                                                                               

Mientras rodeaba la escuela secundaria de mi hija (ubicada muy cerca de nuestra residencia y cuyo patio funciona como campo de béisbol, fútbol y atletismo), escuché un grito de hombre, tan violento y perturbador que tuve que detener la marcha para ver que ocurría. Inmediatamente entendí que se trataba de uno de los entrenadores («coach») regañando con excesiva violencia a uno de los niños del equipo.                                                                                                                                                  

Debo confesar que en ese instante, ante aquella imagen tan horrenda, perdí momentáneamente la compostura (no respiré profundo ni conté hasta diez, como me recomienda siempre mi madre), y lo único que atiné a hacer fue entrar abruptamente a la escuela; irrumpir en el campo, y dirigirme agresivamente hacia el entrenador gritándole con la misma violencia que el gritaba a aquel pobre niño paralizado por el miedo y la humillación.                                                                                                                                     

Abro un paréntesis para explicar que, en parte, mi reacción se debió a que había antecedentes; en el pasado ya yo había presenciado varias situaciones con otros dos entrenadores (a uno de ellos también le interrumpí el regaño frente a los niños – pero pacíficamente – para explicarle que era incorrecto, y para solicitarle una conversación al respecto, la cual, dicho sea de paso, se produjo al terminar la práctica, muy cordial y constructivamente), que si bien no llegaron a ese nivel de maltrato, me pusieron en guardia, dispararon mis alarmas.                                                                                                                                 

También, aprovecho para aclarar que el agresor de la historia de hoy no pertenecía al equipo del colegio de mi hija, sino al equipo visitante, lo que, por supuesto, supuso cierto alivio para mí. Huelga decir lo sorprendido y desconcertado que estaba el abusivo profesor (así como los demás presentes, entre niños y representantes); sus ojos desorbitados en un rostro desencajado expresaba su gran asombro y confusión, preguntándose quién era aquel individuo (claramente extranjero), de dónde había salido y cómo osaba increparlo tan fuertemente delante de todo el mundo.  Yo le decía (siempre gritándole con todas mis fuerzas) en mi elemental japonés mezclado con inglés, por qué le gritaba así a ese niño, que dejara de hacerlo inmediatamente, que eso era maltrato infantil aquí y en todas partes del mundo. Ya más calmado, dueño de mí, me alejé de él y me ubique en un lugar del campo donde los jóvenes jugadores y los asistentes pudieran escucharme con claridad.                                                                                               

Mantuve el tono altisonante, pero ahora más respetuoso, más comunicativo, para dirigirme específicamente a ellos y explicarles que la conducta del entrenador era inaceptable, dañina; que no debía ser tolerada de ningún modo; que los niños tienen derechos reconocidos mundialmente, que incluyen no ser maltratados ni humillados de esa manera; que los niños debían informar a sus padres sobre los métodos abusivos y humillantes del coach.                                                                                    

Sólo en un momento cuando el agresor intentó dar unos pasos hacia mí (al ver que yo estaba más controlado, hizo un gesto educado, conciliador, para que yo abandonara el campo), me puse otra vez en modo agresivo y vociferante contra él, advirtiéndole con un movimiento de mi mano que no se acercara más a mí. Después de ver como agredió y denigró verbalmente a aquel pobre niño en público, no le iba a permitir que se acercara mucho a mí. Si lo hacía yo lo percibiría como una violación de mi espacio personal, como una muestra de poder, como una agresión, y entonces habría tenido que usar la fuerza, con las consecuencias negativas lógicas. Aunque, debo reconocer que, por la juventud y fortaleza física del entrenador, yo seguramente hubiera tenido las de perder. Pero, la situación bien ameritaba el riesgo.                                                                                                                                  

Por cierto, el entrenador con quien yo había tenido el incidente previo y la útil conversación, ese día era el coach de nuestro colegio. Durante mi acalorada intervención, hubo un momento en que nuestras miradas coincidieron. Para mi tranquilidad, pude percibir comprensión y aceptación en sus ojos, lo que comprobé días después en la reunión que solicité expresamente con las autoridades del colegio, donde él estuvo presente, y me dio su respaldo.                                                                                                                       

Durante mi encuentro con los directivos del plantel, en mi condición de padre de una estudiante del colegio, además de condenar enérgicamente el maltrato psicológico que perpetró el entrenador contra ese niño indefenso, y tras exponerles mis puntos de vista (les entregué materiales de Internet elaborados por UNICEF, etc.), les pedí que tomaran medidas contra el agresor, e igualmente para evitar la recurrencia de prácticas tan negativas y lamentables en nuestro colegio, mediante la realización de campañas de concientización y demás iniciativas. Para mi satisfacción, fui informado que, por la gravedad de lo ocurrido, y antes de saber que yo solicitaría reunirme con ellos, ya la Dirección había comenzado a tomar cartas en el asunto.                                                                                                                                         

Pero, deben saber amigos lectores que, así como pedí acciones contundentes contra el coach, también les manifesté que, en mi opinión, él mismo necesita ayuda, orientación psicológica. Es un ser humano que muy posiblemente creció y se hizo hombre viendo ese tipo de conductas violentas a su alrededor, y ahora, en una situación de autoridad, piensa que así, con esa violencia, es como se le llama la atención a un niño.                                                                                                                                          

Sin importar cuan errado, enfermizo y condenable nos parezca su proceder, tenemos que aceptar que tras recibir la sanción adecuada, tiene derecho a enmendar, a recibir ayuda, como todos nosotros cuando cometemos faltas.                                                                                                                                               

Al final de la reunión, también me disculpe con las autoridades (y les pedí me disculparan con los jugadores y demás estudiantes), por mi conducta incorrecta, por agresiva. Es cierto que produjo resultados positivos, pero imagino que debe haber otra forma más civilizada de proceder en un caso así. Aunque, en honor a la verdad, no estoy muy seguro…