Hija, yo me porté mal: Vándalos al volante

septiembre 9, 2014

Hija linda, de muchacho, cometí algunas malas acciones contra otras personas que, aunque no fueron graves en sí mismas, pudieron haber traído consecuencias muy negativas tanto para los afectados como para mí mismo.

Hoy, a mis 48 años de edad, y siendo padre, al recordar esos malos comportamientos de mi adolescencia, me siento bastante avergonzado, por lo estúpido e inconsciente que fui al cometerlos. Me parece increíble que, entonces – sin importar cuan joven era – tan feas conductas hayan sido divertidas para mí.

Teniendo poco más de 18 años, en una oportunidad que salí con unos amigos en un carro de mis padres, a dar vueltas por nuestra localidad, tuvimos la pésima idea de molestar seriamente a algunas de las personas que iban caminando por la calle. Nos deteníamos a su lado, fingiendo que necesitábamos preguntarle una direción, y cuando la persona comenzaba a explicarnos, la interrumpíamos violentamente, con un fuerte grito de “¡cállate!”, todos a la vez.

Como es lógico, el caminante se sobresaltaba mucho con semejante estrépito y se quedaba momentáneamente paralizado, entre aturdido y furioso, por la muy perturbadora experiencia, mientras nosotros nos alejábamos, velozmente, en el automóvil, contentos y orgullosos de nuestra “broma”.

En otra ocasión, con diferentes amistades, hice algo similar pero mucho peor. También en carro, mientras pasábamos por un sector penumbroso a altas horas de la noche, buscamos transeúntes solitarios a quienes molestar. Cuando avistábamos a alguna “víctima”, nos acercábamos en marcha lenta y al estar a su lado, uno de nosotros se asomaba sorpresivamente por la ventana, fingiendo sujetar un arma de fuego en la manos y gritando “¡quieto o te mato!”.

Como imaginarás, lindísima, algunas de aquellas desafortunadas personas se quedaron completamente petrificadas del susto, por supuesto. Pero, mis amigos y yo celebramos eufóricamente su muy humana reacción de miedo.

Sé bien que te sorprende y entristece mucho que algo así haya podido causarle tanta gracia a tu papá. Pero créeme, hoy en día, a mi también me asombra. Esas maldades que ayer me hicieron reír tanto, hoy me causan preocupación y tristeza. Sobre todo al pensar que, debido al terrible susto, algunas de aquellas personas pudieron haber sufrido un problema de salud serio, como un desmayo, por ejemplo, o, algo incluso mucho mas peligroso, como un ataque al corazón, lo que bien puedo haberlas matado. Eso me hace sentir mucha culpabilidad y arrepentimiento.

Además, hay que decir que tuvimos suerte de que nadie nos denunciara, por que la policía pudo habernos detenido. Imagínate, que tremenda vergüenza para mí y mi familia; que injusto hubiera sido para mis padres pasar por una situación tan desagradable y vergonzosa, por culpa mía.

Pero, pensándolo bien, aunque a nadie le gusta ser descubierto faltando, y menos ser castigado, hubiera sido bueno que nos atraparan molestando a esas personas. Habríamos sentido un bochorno tan grande que ese hubiera sido el mejor castigo.

Me arrepiento sinceramente de esos pecados, y pido perdón a esas personas a quienes molesté. Por favor, tú también perdóname, hija adorada.

Te adoro, mi princesa

Papi