Educación preventiva

febrero 23, 2011

“Qué vergüenza; qué mala fama tenemos por culpa de esos ladrones y asesinos”. Esta  dura sentencia se repite a diario en boca de muchos de nosotros, inmigrantes latinoamericanos, al conocer, a través de los medios informativos sobre hechos criminales y delictivos en general perpetrados por algunos coterráneos antisociales, quienes, al igual que nosotros, hacen vida en el archipiélago nipón.

 Resulta comprensible que nos sintamos defraudados y perjudicados por esos paisanos desadaptados, pero es más importante aun que expresemos compasión y preocupación por su errático proceder, ya que este sólo traerá desgracia a sus vidas, así como a la de sus seres queridos y sus semejantes. En ese sentido, es imperioso que, como miembros de la gran familia latinoamericana, comprometidos con el bienestar de nuestros hermanos y de la sociedad en general, busquemos los medios para transformar nuestro malestar en acciones concretas que nos ayuden a solucionar este gravísimo problema que nos afecta a todos por igual.

 Entre otras iniciativas, sugerimos la realización de foros públicos con la participación de especialistas, para discutir a fondo esta problemática; la consolidación de los centros culturales y deportivos existentes, así como la creación de otros nuevos, con el fin de captar cada vez más personas; el óptimo aprovechamiento de los espacios disponibles en los medios impresos y audiovisuales, mediante campañas de concientización, especialmente para los jóvenes; las visitas periódicas de orientación a los reclusos latinoamericanos, y la verificación de sus condiciones carcelarias; el mantener una conducta ciudadana vigilante ante cualquier señal de irregularidad; y, por supuesto, la incesante labor de educación y supervisión familiar hacia los hijos por parte de los padres.

 Hay argumentos encontrados sobre el posible origen de esas conductas sociales malsanas. Unos sostienen que estas son el producto de la situación de precariedad en la que se encuentran algunos inmigrantes de América Latina en suelo japonés, lo cual les haría mostrar, circunstancialmente, su lado humano y social más bajo. Es decir, la necesidad los haría envilecer. Nosotros, por nuestra parte, mantenemos que los infractores “traen” los problemas de conducta de sus países de origen; de la realidad de corrupción y violencia que envuelve a un amplio segmento de nuestras sociedades latinoamericanas, como consecuencia de una sostenida degradación moral, expresada en el más absoluto irrespeto por la propiedad y por la vida ajenas. “El sentido moral es de gran importancia. Cuando desaparece de una nación, toda la estructura social va hacia el derrumbe”, Alex Carrel.

 Un individuo que crece en un entorno corrompido moralmente, sin referencias éticas sólidas, pudiera creer que comportarse amoralmente – cometiendo actos delictivos, por ejemplo – es normal. Aunque  por otro lado, algunos especialistas plantean que el ser humano tiene la capacidad instintiva de distinguir entre el “bien y el mal”.

 El debate sobre cómo resolver el problema de la criminalidad no es menos complejo. Hay quienes abogan por el recrudecimiento del castigo contra los transgresores, mediante la creación de leyes más severas. Nosotros, en principio, avalamos la existencia de reglas sociales claras y sanciones firmes, con miras a garantizar la seguridad ciudadana. Sin embargo, ponemos el énfasis en la educación integral del individuo, por considerar que esta es el medio más idóneo para formar ciudadanos ejemplares, y, por ende, para erradicar la delincuencia de la sociedad. “Abrid escuelas para cerrar prisiones”, Víctor Hugo.

 Y aunque educar a una sociedad en pleno es una labor en verdad titánica – entre otras razones porque comienza con la muy ardua misión de mejorarnos a nosotros mismos – todos los miembros de la sociedad tenemos el impostergable deber ciudadano de enfrentar ese gran desafío socio-educativo.

 En su mal entendida “viveza latinoamericana”, aquellos hermanos que optan por la delincuencia como modo de vida – incluidos los que delinquen en Japón – creen erróneamente que aprovechándose malamente del sistema y del prójimo vivirán mejor. Pero si logramos poner en manos de nuestra gente, oportunamente, los recursos educativos necesarios, esos hermanos descarriados usarían la proverbial astucia del latinoamericano para vislumbrar que el crimen no paga; que no es un atajo válido al bienestar, y que el amor y el respeto por nosotros mismos y por nuestros semejantes, materializado en una vida recta, es la única senda posible hacia la tan anhelada existencia de felicidad y prosperidad. 

Esta frase de Simón Bolívar, máximo héroe independentista venezolano, y Libertador de 5 naciones americanas, condensa sabiamente la importancia del saber y la rectitud en la vida: «Moral y luces son nuestras primeras necesidades». 

Ángel Rafael La Rosa Milano

«El sol brilla siempre dentro de ti»