OLÍMPICAMENTE HABLANDO

septiembre 3, 2019

Cultura deportiva nipona: Clubes deportivos estudiantiles

Desde mi perspectiva latino-venezolana, los clubes deportivos estudiantiles de Japón son demasiado rigurosos en relación al tiempo de entrenamiento que exigen a sus integrantes. Prácticamente demandan de éstos dedicación exclusiva.

En la escuela secundaria de mi hija, por ejemplo, equipos como el de béisbol, tenis, atletismo y voleibol entrenan 6 días a la semana – llueve, truene o relampaguee – más algunos domingos, casi todos los feriados y muchos días vacacionales.

Tengo un compañero de trabajo cuya hija pertenece al equipo de baloncesto de su escuela primaria. En dos ocasiones que tuvimos descansos de más de una semana, al preguntarle a éste si había descansado bien, me respondió contrariado: «Casi todos los días tuve que llevar a mi hija a prácticas y torneos. Es duro». Ahora, siempre que tenemos asuetos prolongados, le pregunto a mi amigo, en broma y en serio, cómo estuvo el baloncesto…

Para una cultura como la nipona, con su proverbial laboriosidad y elevado sentido de sacrificio, tanto rigor deportivo a tan temprana edad pudiera ser normal, parte de sus costumbres. Sin embargo, en la actualidad, cada vez más japoneses cuestionan tal sistema, porque pareciera estar exclusivamente concebido para formar deportistas de alto rendimiento y no – como debiera ser, en mi criterio – para brindar a los estudiantes una opción recreativo-deportiva, como parte de un programa educativo orientado a la formación integral del individuo. Claro está, a los deportistas natos (en caso de que, efectivamente, deseen dedicarse en cuerpo y alma a su disciplina)se les prestaría mayor atención; éstos tendrían la opción de un entrenamiento más intenso.

Pongamos el caso de mi hija de 12 años, en primero de secundaria básica. Ella siempre ha sobresalido en las carreras de velocidad, y se defiende tanto en voleibol como en bésibol. En parte, porque, al ser los deportes que yo mismo practiqué en mi etapa estudiantil, trato de disfrutarlos con ella, frecuentemente.

Por esa razón, a comienzos del último año de primaria, mi esposa y yo acordamos conjuntamente con nuestra hija que, cuando ella entrara a la secundaria, se uniría a alguno de esos equipos, con lo cual garantizaría el componente deportivo de su educación integral, junto al artístico (piano) y al académico.

Pero, en ese último año, tras constatar el fuerte horario de los clubes en cuestión, nos alarmamos y echamos marcha atrás con el plan. De hecho, nuestra hija manifestó clara y firmemente que no estaba dispuesta a invertir tanto tiempo y esfuerzo sólo en una práctica deportiva. Nosotros sus padres respaldamos totalmente su posición.

No todos los niños que practican un deporte determinado sueñan con los juegos olímpicos, o con ser deportistas profesionales. Muchos, como mi hija, lo hacen por pura diversión. Desde muy pequeñitos, disfrutan el juego deportivo – y la actividad física en general – como lo que es, una fuente de recreación, por encima de todo. Y no tienen que dedicarse de lleno a su práctica, para aprovechar los inmensos y múltiples beneficios que éste trae a su vida.

Incluso los niños que desde muy temprana edad se perfilan como grandes atletas – y entran deseosos a los equipos deportivos – deberían tener más tiempo libre para otras actividades recreativas o de otra índole, muy importantes en su formación personal, en su vida.

Al final, mi hija decidió entrar a la banda musical a tocar trompeta. En estas vacaciones veraniegas, no ha tenido ensayos, por lo que ha podido disfrutar de un sinfín de actividades más, incluidas las deportivas. Y muy importante: A lo largo del año, excepto por alguno que otro concierto, ¡tiene todos sus fines de semana para ella!
Huelga decir lo feliz – y libre – que se siente mi pequeña trompetista.