ANÉCDOTAS DE MI PAPÁ: «Revelación del Año»

junio 20, 2020

En una anécdota anterior, «Tenor… en la ducha», les relaté que mi papá, quien se crecía como cantante a la hora del baño (jamás en público), una vez me sorprendió, incluyendo en su repertorio dos canciones de mi autoría.

También explico en «Corazón oriental fiestero», como se desataba mi padre entre sus hermanos y demás familiares directos.

Bueno, el cuento de hoy trata de otra sorpresa musical que me brindara mi progenitor, en una fiesta decembrina celebrada, precisamente, donde una hermana suya, en su Carúpano natal.

En aquella inolvidable cena familiar navideña, junto a mis muy queridos tíos y primos paternos, me puse a cantar con un cuatro. Lo que ocurrió entonces me emocionó hasta las lágrimas, y me emociona todavía hoy.

Tras dedicarle, muy modestamente, a los animados comensales carupaneros algunas canciones de su amada región, me animé a cantar dos valses orientales de mi cosecha, «Puerto Píritu» y «San Antonio del Golfo», los mismos que, anteriormente y de forma inesperada para mí, se había aprendido mi papá y cantaba bajo la ducha.

Mi padre, quien, repito, «jamás de los jamases» cantaba en público (a lo sumo, hacía bocaquiusa o se «tragaba las palabras» para no ser escucahdo), se soltó a cantar mis dos canciones, como si nada, tan tranquilo, a todo pulmón, como si para él cantar frente a los demás, de pronto, fuera lo más natural del mundo.

Y que conste que para esa época, él ya tenía muchos años que no bebía.

Perplejo como estaba por aquel «milagro», yo, en la primera canción, fui bajando el volumen de mi voz gradualmente, hasta dejar a mi papá solo, en los solos.

Tuve que respirar muy fuertemente para contener un llanto de pura alegría.

La perplejidad de mis tíos no fue menor. Conocedores de la timidez de su hermano en esas lides, estallaron en vítores y aplausos.

En la segunda canción, ya simplemente le di la entrada a mi papá y lo dejé a sus anchas. Yo nada más le hice el coro, y me limité a disfrutar, alucinado, aquel acontecimiento sorprendente.

Permítaseme un explicación técnica: Aparte de su timidez, siendo yo muy joven ya había notado que cuando mi papá estaba solo, oyendo un disco o la radio, le resultaba imposible seguir una canción, porque él siempre se adelantaba ¡y por bastante! Así que lo que hice aquel día memorable fue seguirlo yo a él, con el cuatro; adaptándome perfectamente a su tiempo, de modo que ni él mismo ni ninguno de los presentes notara su proverbial desfase musical. Resultado: ¡Un concierto de mi padre para la posteridad! y la votación unánime de la concurrencia, que le valió el premio como «Revelación del Año».

Papá, gracias por tan grata recordación.


Hija, yo me porté mal: Vulgar ladrón

junio 18, 2020

Como sabes, mi linda, entre los actos más reprochables que he cometido en mi vida están un par de robos, y también los que más vergüenza me da confesar. Pero una cosa es que uno robe siendo un niño y otra muy distinta es que lo haga de adulto…

Esto que te contaré hoy es una de esas faltas vergonzosas. Tanto, que dudé mucho si contarla o no.

Durante el año que estudié en la antigua Unión Soviética (89-90), tuve la posibilidad de viajar por unas dos semanas a Francia y a la, entonces, Alemania occidental.

Por esa época, con 23 años de edad, me impresionó y me atrajo grandemente la libertad sexual que había en esa parte del mundo, con mucho material para adultos a la venta y a la vista.

A su debido tiempo, hija adorada, comprobarás por ti misma lo tremendamente inquietos, curiosos, que podemos ser los seres humanos a esa edad. Aunque esa inquietud no justifica en ningún modo la falta (más bien delito) que te contaré hoy.

Mientras paseaba por una calle parisina, me llamó la atención un quiosco que vendía revistas eróticas, de esas que tienen en la portada mujeres semidesnudas muy hermosas. Después de ojearlas, pensé en comprar una. Pero, de pronto, me pasó por la mente una de las ideas más infelices que he tenido en toda mi existencia: Robármela. Y así lo hice. ¿Por qué?

Insisto, hija mía, absolutamente nada justifica aquel robo de mi parte. Te explicaré mis razones sólo para que sepas que pasó por mi – al menos en ese momento – mente delictiva.

Uno, no quería desprenderme de un dinero que me haría falta durante el resto del viaje. Dos, vi que tanto la ubicación específica del quiosco en la calle, como la del vendedor dentro del mismo, me facilitarían el hurto.

Siempre he pensado que el arrepentimiento genuino va acompañado de acciones pertinentes. Y,  modestamente, creo que confesarte a ti y a mis amables lectores un acto tan condenable y bochornoso es algo bueno, sobre todo porque,  apartando lo difícil que me resultó esta confesión, lo hago para dejarle una enseñanza a mi amada hija y a otros niños y adolescentes que pudieran leer esto.

Hija, sabes que no soy religioso, pero en no poco casos, coincido con algunos preceptos provenientes del catolicismo (donde fui bautizado) y otras creencias según las cuales robar es un pecado muy grande. Así que, «no robarás».

Una última cosa. ¿Te imaginas lo que me hubiera ocurrido si me agarran robando? Apartando los inconvenientes lógicos asociados a la detención, como la interrupción del viaje, muy posiblemente de mis estudios, y el encarcelamiento, hubiera sido motivo de una inmensa vergüenza, para mí mismo, mi familia y mis paisanos venezolanos.

Mi tesoro, en verdad, tuve mucha suerte de que no me descubrieran robando aquella revista. Hubiera sido uno de los momentos más tristes, lamentables y humillantes de toda mi vida.

Perdóname hija. Perdónenme todos.


Tributo a la raza negra

junio 13, 2020

Hola, mis muy apreciados «Soleros» en el mundo entero, siempre gracias por su amable atención.

Hoy, en medio de las masivas y numerosas protestas internacionales en apoyo al movimiento estadounidense «Black Lives Matter», quisiera aportar mi granito de arena a tan importante causa, compartiendo con todos Ustedes materiales diversos dedicados a la negritud y a sus infinitas bondades, como todas y cada una de las razas que conforman la humanidad.

Primeramente, quisiera mostrarles unos versos de mi autoría –  escritos hace unos 30 años – dedicados a las mujeres negras de la costa central venezolana, y los cuales, igualmente, constituyen un modesto pero sentido tributo a la negritud de mi país, Venezuela y, por extensión, del mundo entero.

George Floyd, gracias por enseñarnos el camino. Tu muerte no será en vano.

(NOTA: estimados lectores bilingües perfectos, ¿estaría en sus posibilidades ayudarme por favor a traducir los versos al inglés? La traducción puede ser libre, no necesariamente rimada. Mil gracias de antemano)        

 

DIOSA DE ÉBANO

Un estruendo de cumacos resuena en la noche oscura
En la playa se oye el canto enigmático de guaruras
La música de las olas se derrama sin cesar
Y un eco de voces negras cruza la tierra y el mar

Repica, repica, repica el tambor
Ay! late, que late así mi corazón

Diosa de ébano danzante, tu cuerpo es obra divina
Caderas que inspiran sueños, tu piel diamantes transpira
Río de trenzas azabache se desborda por tu espalda
tus ojos son perlas negras tus dientes son perlas blancas

Repica…

Poseída por los tambores caes en trance al bailar
Eres fuerte marejada, eres oleaje sensual
Al calor de tu cadencia una fogata se aviva
cuando mueves la cintura le prendes fuego a mi vida

Repica…

Eros, fogoso dios griego, suspira al verte danzar
Pero tu herencia es cristiana, le rindes culto a San Juan
Como un sol brillas bailando, te hace rueda el universo
que no se pare el tambor, que no se pare mi verso

Repica…

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Canción: Angelitos Negros

Realizada con base en un extracto del poema «Píntame Angelitos Negros», del ilustre poeta venezolano Andrés Eloy Blanco.

Intérprete: Javier Solís, gloria del canto mexicano e hispano en general, conocido como el «Rey del bolero ranchero».