Somos hermanos, no me explotes

agosto 16, 2011

Este artículo, que es una queja personal contra algunas injusticias laborales que he experimentado durante mi estadía a de 5 años en suelo japonés, tiene la penosa particularidad de involucrar a empleados latinoamericanos que se prestan a cometer abusos en contra de su misma gente.

Por esta vez, decidí no mencionar nombres de empresas o individuos, ya que eso constituiría una denuncia pública (con implicaciones legales), la cual debí haber hecho antes, inmediatamente después de los incidentes, pero que no hice por negligencia y también por temor, producto de mi total desconocimiento del terreno que estoy pisando.

Como a los 6 meses de haber llegado a Japón, hice contacto con una agencia contratista, la cual me consiguió un trabajo en una fábrica de “obento” (comida para llevar). Recuerdo que tras una primera semana de “luna de miel” con la empresa alimenticia, comenzaron las irregularidades. En un papel que yo firmé, quedaba claramente estipulado que mi horario de trabajo sería de 12 del mediodía a 9 de la noche, y que en caso de laborar horas extras sólo sería hasta las 11 de la noche. Vale destacar que tales condiciones fueron debidamente discutidas y acordadas con un gerente y un supervisor de la fábrica, en presencia de mi agente latino, quien además fungió todo el tiempo como traductor. Pero en la práctica, comenzaron a pedirme casi todos los días que permaneciera hasta las 12 ó 1 de la noche, lo cual se convirtió en rutina diaria.

La respuesta del agente a mis constantes reclamos fue que hablaría con mis jefes y que seguramente esa situación sólo duraría unos pocos días. Pero ésta se prolongó por dos meses, ¡que fue el tiempo que duré en aquella fábrica!

Para colmo, al poco tiempo de haber ingresado, uno de mis supervisores directos (también latino), me consultó si yo podía trabajar “temporalmente” dos horas adicionales en la mañana. Yo sabía que si me negaba abiertamente pondría en riesgo mi empleo, así que en contra de mi voluntad – y de mis costumbres – tuve que idear una gran mentira para librarme de aquel abuso. “Lo que es igual no es trampa”.

Más recientemente, tras 4 años sin recurrir a agencias intermediarias, me registré en una por recomendación de un amigo hispano. Después de 4 meses sin saber nada de ellos, me llamaron para ofrecerme un trabajo como recolector de basura (con lo cual no tengo ningún problema), sólo por julio y agosto. Ocurrió que justo al final de la entrevista, cuando ya me habían confirmado para el cargo, me informaron sobre un par de condiciones para mí inaceptables. La primera me la hizo el jefe de la agencia, un señor latino: “posiblemente los japoneses te pedirán que te quites la barba”. La segunda me la hizo un empleado japonés: “el almuerzo hay que comprárselo a la empresa” (no sé si a la contratista o la de aseo). No acepté ninguna de las dos condiciones y, como Ustedes imaginarán, ellos tampoco me aceptaron a mí para el puesto. Por cierto, no tuvieron la decencia – ni el valor – de decírmelo personalmente. Sencillamente, no me llamaron el día acordado.

En el caso del almuerzo, un amigo criticó mi actitud, argumentando que es un beneficio para el trabajador porque es un «obento» muy económico (350 yenes) y muy balanceado. Pero, mi problema fundamental no es el precio (aunque mi esposa y yo podemos hacerlo por 150 yenes) ni la calidad de la comida, sino el hecho de que me obliguen a comprarlo. ¡Ninguna empresa puede hacer eso! En el caso de la barba, algunos dirán que es una tontería; que es cuestión de disciplina. Pero para mí en este caso (el trabajo consiste en trotar todo el día bajo un calor infernal) se trata simple y llanamente de control y discriminación. Ese trabajo es ya bastante duro, para que además tenga uno que lucir bonito.

Como latino en Japón, me indigna y me entristece ver que ALGUNOS de mis propios paisanos de América Latina contribuyan con la explotación instituida en ALGUNAS empresas niponas. ¿Cuándo se pasaron al bando contrario? ¿Olvidaron que ellos mismos llegaron a este país con una gran necesidad de trabajar, y con la muy humana esperanza de ser tratados dignamente?