Es de todos sabido que la comunicación materno-infantil temprana es un primer paso fundamental en el desarrollo emocional e intelectual del niño. Entonces, ¿qué pasaría si esa relación comunicativa se iniciase antes de que nazca el bebé; cuando éste todavía es un embrioncito en la barriga de la madre?
Los inmensos beneficios de la estimulación prenatal en el desarrollo sensorial del bebé han sido suficientemente demostrados. Pero, quisiéramos destacar, principalmente, el fuerte vínculo afectivo madre-hijo que resulta de esa beneficiosa interacción.
Desde el mismo instante cuando se produce la fecundación, comienza una comunión corporal indivisible entre ese “puntico de vida” que es el cigoto y su portadora. Durante los próximos 9 meses, ambos serán uno solo, prácticamente. Por ejemplo, absolutamente cualquier alimento o sustancia que ingiera la madre pasará a su bebé vía sanguínea. Asímismo, es posible que algunas de las enfermedades que pudieran afectar a la progenitora (incluso aquellas contraídas antes del embarazo) se transmitan también al bebé. De ahí que sea indispensable que la madre lleve una preñez saludable.
Cuando decimos saludable nos referimos a la salud física y a la psíquica por igual – “mente sana en cuerpo sano” – ya que tal como lo evidencian algunos estudios en neurología y psiquiatría (http://pequelia.es/6854/salud-emocional-durante-el-embarazo), los fetos estarían en capacidad de percibir las emociones de la madre (tanto las positivas como las negativas), y serían afectados por éstas. Este importantísimo hallazgo (que viene a confirmar viejas creencias populares sobre el particular), es un llamado de atención a las mujeres embarazadas – y a la sociedad en general – sobre la importancia vital de mantenerse sanas psíquicamente durante el embarazo; de experimentar emociones positivas, por su propio bienestar y el bienestar del bebé.
Y aunque pueda parecer exagerado, nosotros aconsejamos que el establecimiento del lazo afectivo, mediante la comunicación verbal, comience con la fecundación misma (aunque entendemos que el fuerte sentimiento de dicha que experimentaría la madre al quedar encinta constituye por sí solo una poderosa forma de comunicación), ya que funciona como una especie de reafirmación y concientización de la existencia de una nueva vida dentro de la madre; de reafirmación y concientización del amor de esa madre por esa nueva vida gestada en su interior.
Según lo anterior, el amor que siente la madre por el fruto de su vientre (expresado en sentimientos de felicidad, ilusión, plenitud, adoración, etc.), actuaría entonces como un poderoso nutriente para el cuerpo y el “corazón” de ese diminuto ser. Y es que con cada gesto de ternura, ya sean palabras amorosas, melodiás suaves – o enérgicas, de vez en cuando – toquecitos en el vientre, etc. (sería ideal que el padre participara frecuentemente de esos momentos) la madre transmite al bebé un claro mensaje: “Te amo, estoy feliz de tenerte, y quiero estar sana en cuerpo y alma para ti”.

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El bebé, por su parte, reaccionará animoso a todos esos estímulos: se sentirá alegre, tranquilo y protegido con la voz de mamá; bailará o descansará según la melodía que llegue a sus oídos; responderá curioso a los toquecitos en la barriga.
Y en esa atmósfera de armonía material y espiritual creada por mamá, ese pequeño y adorable ser crecerá, convirtiéndose en una personita sana y feliz, igual a su bendita progenitora, a quien, por cierto, ya conoce y quiere bastante desde hace tiempo; desde que era apenas un corazoncito que comenzaba a latir…
Ángel Rafael La Rosa Milano
«El sol brilla siempre dentro de ti»