Hija, yo me porté mal: Pirotecnia peligrosa

octubre 17, 2012

Mi corazón, hoy quiero hablarte de otra «travesura» mía que pudo haberle causado mucho daño a alguien. Es verdad que la hice siendo niño (tendría entre 10 y 11 años), pero, cuando la recuerdo siento miedo por lo que pudo haber pasado. Y también siento mucha vergüenza por haber tenido esa mala idea a una edad en la que ya deberíamos saber bien cuando algo es peligroso.

Era navidad. Unos amiguitos y yo compramos unos “cohetones”; esos fuegos artificiales que se lanzan hacia el cielo como cohetes (por eso en Venezuela los llamamos así), y que explotan muy pero muy fuertemente; los mismos que vemos aquí en Japón todos los años, en esos eventos nocturnos espectaculares del verano.

Debes saber que en este país esos fuegos artificiales tan fuertes no se venden en ninguna parte. Por eso es que, aparte de las personas encargadas de lanzarlos en los espectáculos públicos, nunca vemos a nadie jugando con ellos en la calle. Las personas solamente pueden comprar esos que papá, mamá y tus abuelos prendemos para ti, los que al explotar no hacen mucho ruido y se convierten en bellas luces de muchos colores. Por cierto, desde pequeñita siempre te ha emocionado mucho ver, desde el balcón, los que lanza la gente en el parquecito que está frente a nuestro apartamento.

Pero, en Venezuela, aunque la compra y venta de cohetones también está prohibida por la policía, todos podemos conseguirlos y lanzarlos en la calle (al menos era así cuando yo vivía allá), incluyendo los niños. Para nosotros los venezolanos es algo muy normal.  Más aún, es parte importante de la fiesta navideña, y por eso es tan difícil controlarlo. Aunque yo siempre pienso: ¿Por qué en unos países puede controlarse y en otros no?

Es verdad que cuando somos muchachos lanzar cohetones es muy divertido y emocionante. Pero, cuando nos convertimos en “abuelos”, entendemos claramente lo riesgoso que es. No quiero asustarte ni ponerte triste, mi adoración, pero, todos los años allá en Venezuela, muchas personas, incluyendo niños, sufren accidentes graves por manipular juegos pirotécnicos peligrosos. Muy lamentablemente, hay quienes pierden un dedo de la mano o un ojo, por ejemplo; otras personas se queman el cuerpo, y otras pueden hasta morir. Eso sería algo demasiado malo y triste para ellos y su familia, ¿verdad, mi vida? Dios quiera que eso nunca le pase a nadie más, ni allá en mi país, ni en ninguna parte del mundo.

Voviendo a lo que yo hice aquel diciembre, recuerdo que algunas veces lanzamos los cohetones, no hacia arriba, como es lo correcto, sino a ras del suelo, a lo largo de varias calles. También hicimos la tremenda y peligrosísima maldad de dirigir varios cohetones directamente hacia una casa vecina ubicada en lo alto de una colina.

Los cohetones lanzados por el piso pudieron haber explotado cerca de una persona (incluyendo niños pequeños); debajo de un carro (si el fuego alcanza la gasolina del carro, hay una explosión muy grande, y el carro y todo lo que esté cerca se quema completamente); cerca de algún material que se quema fácilmente; dentro de una casa, etc.. Imagínate, hija mía, las cosas tan terribles que hubieran podido pasar, especialmente cuando lanzamos los cohetones expresamente hacia la casa en la colina. Afortunadamente, y gracias a Dios, esa vez no pasó nada grave, pero pudo haber pasado. Además, esos vecinos nuestros deben haber sentido mucha rabia y temor con cada explosión. Y eso, casi 40 años después, me pone muy triste. Aprovecho para expresar mi arrepentimiento, para pedir disculpas públicamente. Y espero poder hacerlo personalmente, la próxima vez que vaya a mi casa en Venezuela.

Mi preciosa, como te he dicho antes, es normal que siendo niños no veamos muy claramente el peligro que encierran algunos juegos. No hacemos esas maldades pensando que vamos a lastimar a alguien. Pero, desafortunadamente, aun sin querer, con esos juegos que no vemos tan peligrosos podemos hacer muchísimo daño a otras personas y a nosotros mismos. Así que, espero realmente que puedas aprender algo con esto que te conté hoy.

Y en estas próximas navidades, recemos con mucha fuerza para que Dios proteja a todas las personas que juegan con cohetones, allá en Venezuela y en todo el mundo, especialmente a los niños, quienes, ojalá, se diviertan mucho y sean muy felices con juegos pirotécnicos inofensivos, sin hacer ninguna de las cosas malas y peligrosas – para los demás y para mí mismo – que hice yo aquel diciembre…

Te amo, lindísima.

Papi.

Ángel Rafael La Rosa Milano

«El sol brilla siempre dentro de ti»