Hija, yo me porté mal: Conducta «sombría»

abril 26, 2013

Durante mis años infantiles y juveniles, alguna que otra vez, fui débil de mente y espíritu, y caí en la tentación de apropiarme de cosas que no eran mías, es decir, de robármelas.

Lo que te contaré hoy ocurrió en el Liceo Militar. Allí, los alumnos, entre muchas otras tareas y responsabilidades, tienen que hacer guardias nocturnas una vez al mes. Esto se hace a partir del 2do. Año, o sea, con unos 12 o 13 años de edad.

Recuerdo que estando en 4to. año, un día me tocó el turno de 2 a 4 de la madrugada, en el área del casino de alumnos, lugar de descanso de las clases y demás actividades diarias, y donde había una cantina con productos comestibles a la venta para el estudiantado.

Dicha cantina era una especie de habitación que en lugar de pared frontal, tenía un muro que llegaba a la altura del torso, y el resto, hasta el techo, era una reja metálica, a través de la cual los vendedores de turno atendían a los clientes.

Una vez me enteré (no logro recordar si vi a algún compañero haciéndolo o sencillamente me lo contaron) que con la ayuda de un gancho de ropa de metal, estirado, se podía alcanzar varios de los productos empacados en bolsas, los cuales colgaban a la vista del público.

Aquella madrugada, durante mi turno de centinela, amparado por la oscuridad y la soledad que reinaban en ese lugar, a esa hora, no pude resistir el deseo de poner en práctica lo que había aprendido sobre como alcanzar con el gancho la mercancía que guindaba en el interior de la cantina.

No recuerdo si pude, efectivamente, agarrar aquellas golosinas, ni si lo hice otra vez. Pero sí recuerdo claramente que en realidad yo no tenía necesidad de robarlas (yo tenía suficiente dinero para comprarlas cuando quisiera, y además en el liceo siempre me sentía bien alimentado). Lo que me hizo cometer esa falta grave fue el puro deseo de sentir que yo podía realizar esa “misión peligrosa”; que tenía la destreza y el valor para hacerlo. Pero, eso, hija linda, de ningún modo me libra de mi culpa por haber hecho algo tan malo. Yo sabía perfectamente que estaba cometiendo una falta grande; que estaba robando, y eso es lo que cuenta.

Como sabes bien, mi corazón, nunca debemos apropiarnos de cosas que no son nuestras, y menos por simple diversión o deseos de aventura. Si algún día tienes mucha necesidad de algo, y no tienes dinero para pagarlo, es preferible pedirlo; explicarle al dueño, con mucha sinceridad, que lo necesitas realmente, pero que como no puedes pagárselo en ese momento, te comprometes a darle el dinero luego, o a hacer algo que esa persona necesite, en pago por ello.

Preciosa, en muchos países, hay mucha gente que, al igual que nosotros, cree que existe un “Dios” y unos “ángeles” que hicieron el mundo donde vivimos, y que nos protegen si somos personas buenas. Esas gentes de muchas partes tienen unos libros muy grandes e importantes que hablan sobre esos dioses en los que ellas creen y sobre la vida de unos hombres y mujeres que siempre se portaban muy bien, mejor que todos, para que sus dioses estuvieran contentos y los cuidaran mucho. Hombres y mujeres como Jesucristo y su madre, la Virgen María, como Buda, como Mahoma y muchos otros. Lo que quiero decirte es que en esos libros están escritas todas las cosas que tiene que hacer una persona para ser buena y parecerse a su Dios y a esos hombres y mujeres tan maravillosos. Y una de esas cosas tan importantes que dice en todos esos libros es, hija mía: “nunca, nunca robemos”, o sea, no podemos tomar para nosotros algo que no sea nuestro.

Por último, quiero decirte, bellísima, que en 4to. año del Liceo, gracias a mis buenos resultados en los estudios y a mi buena conducta, yo era jefe de todos los estudiantes de los grados inferiores (3ro., 2do. y 1ro.), y también de todos mis compañeros de clase. Pero, un buen jefe no puede portarse mal; tiene que portarse siempre muy bien para que los demás estudiantes lo respeten, lo quieran, le hagan caso, y se porten bien como él.

Así que el día que quise robarme esas chucherías, yo estaba haciendo algo doblemente malo: malo porque ninguna persona debe robar, y malo porque yo era uno de los alumnos jefes del liceo militar y en todo momento debía portarme bien. Pero, aquella noche, no lo hice; por el contrario, actué muy incorrectamente. Y me arrepiento.

Bendiciones, mi ángel.

Papi.