ANÉCDOTAS DE MI PAPÁ: Mi cómico favorito

Yo nunca he sido un buen contador de chistes, por eso admiro a quienes tienen esa gracia.

Es posible que sea una condición familiar. Ni mis padres ni ninguno de nosotros, los tres hijos – dos varones y una hembra – nos distinguimos por esa forma de comicidad en particular. En cambio, tanto por la rama paterna como por la materna tengo parientes sumamente chistosos (algunos ya fallecidos), con el don de hacer reír a los demás.

Sin embargo, cuando yo era niño, mi papá de vez en cuando me echaba chistes (algo que no recuerdo haberlo visto haciendo con otras personas, adultas sobre todo), muy inocentes, huelga decirlo. Seguramente, con nosotros sus hijos se atrevía a mostrarse cómico; no le importaba hacer el ridículo. Algo como lo que hacía yo con mi hija cuando era chiquita, y hago actualmente con todos los niños pequeños.

Valga acotar que mi papá, sin ser contador de chistes, sí tenía un muy afilado sentido del humor (como buen oriental. No de Asia, sino de Venezuela), lo que le hacía tener salidas rápidas y divertidas. Por ejemplo, mi mamá me contó que un día al despertarse, se le acercó a mi papá – quién también se desperezaba a su lado – y tras preguntarle juguetonamente al oído, «¿Quién es el negrito más rico de este mundo?», él le respondió en fracciones de segundo, «Michael Jackson».

De aquellas sesiones cómicas paternas recuerdo algo en particular; algo que 50 años después todavía me divierte: mi papá se destornillaba de la risa con sus propios chistes, aunque me los repitiera, mínimo, 3 veces cada uno.

Lo chistes en sí mismos me hacían reír mucho, pero definitivamente lo que más me divertía eran las contagiosas carcajadas de mi papá.

Seguidamente, quisiera compartir con mis amables lectores tres de esos chistes paternos:

1)

Mi papá: «¿Tú sabes por qué al ‘Rey Pelé’ lo llaman así?»
Yo: «No. ¿Por qué?».
Mi papá (haciendo la demostración respectiva con mucho dramatismo escénico): «Porque siempre que iba a patear un penalti, fallaba la pelota y decía ¡ay, la pelé!».

2)
Un tipo se le acerca a otro en plena calle y le pregunta, «Disculpe, Señor, podría decirme cuál es la acera de enfrente», a lo que éste responde, incómodo, «¿Usted se está burlando de mí? Por supuesto que es aquella» (señalando al lado opuesto de la calle). Entonces, el tipo le dice, «le juro que no es burla. Es que estoy confundido, porque acabo de preguntarle lo mismo a aquella Señora que está del otro lado, y me dijo que la acera de enfrente es esta».

3)

A un conductor se le espichó un caucho, pero siguió rodando unos 100 metros, hasta detenerse frente a un manicomio. Cuando se disponía a cambiar la llanta se dio cuenta de que ¡le faltaban las cuatro tuercas! y se quedó pensativo, sin saber qué hacer. Un paciente del manicomio que lo observaba desde una ventana, le pregunta, «¿Amigo, cuál es el problema?». El conductor le responde, «Por seguir rodando después del pinchazo, se le salieron todas las tuercas al caucho, y ahora no puedo cambiarlo». Entonces, el paciente, haciendo alarde de una gran inventiva, le sugiere, «¿Por qué no le quita una tuerca a los otros tres cauchos, y se las pone a ese? Así todos tendrían tres, y podría rodar sin problemas.» El hombre, impresionado por aquella genial solución, después de agradecerle muy efusivamente le pregunta al interno, «Amigo, dígame algo, ¿Cómo es posible que alguien tan inteligente como Usted esté en el manicomio? Y éste le responde sonreído, «Precisamente, yo estoy aquí por loco, no por bruto».

Querido papá, el recuerdo de tu rostro sonriente y tus carcajadas, durante aquellos shows cómicos para mí, todavía me hace reír – y llorar – de felicidad.

Por todos esos divertidos e invaluables momentos juntos siempre serás mi cómico favorito.

¡Gracias, papá!

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