Reflexiones carnestolendas

febrero 22, 2012

(El siguiente es un artículo de mi autoría titulado originalmente «Carnavales de Carúpano: Mis dudas y esperanzas», el cual fue  publicado anteriormente, el 24 de enero de 2010, en otro blog que administro. Aunque se refiere específicamente a los Carnavales de Carúpano, en mi país Venezuela, lo que allí describo podría bien reflejar la realidad de otras fiestas carnestolendas latinoamericanas, por lo que decidí compartirlo, con mis amables «Soleros». ¡Felices Fiestas de Carnaval! Y como sorpresa carnavalesca les anexo un video casero al final del texto). 

Para bien o para mal, nunca he disfrutado de unos carnavales en Carúpano, pintoresca ciudad del estado Sucre venezolano. Es bastante paradójico, considerando mi marcado gusto por nuestras fiestas populares y por esa región del país; que mi difunto padre y familia son carupaneros, y que mi abuelo paterno fue, en vida, un infatigable animador de su carnaval. Hay una foto donde sale él muy orondo, luciendo un colorido traje de payaso que le regaló mi mamá, confeccionado por ella misma. Cuentan que ese año mi abuelo Ángel fue la sensación.

     Mis dudas

Entre otras razones para no haber conocido ese importante y festivo evento, están mis sentimientos encontrados hacia el mismo. Comenzaré por lo malo. Hace unos 10 años, un familiar mío perdió la vida en Carúpano, por arma de fuego, en plena celebración del carnaval. Apartando la desgracia que esa muerte trajo a mi familia, fue un hecho que puso en evidencia una alarmante situación de inseguridad y peligro, donde la violencia y el crimen también sacaron su comparsa a las calles.

No sé, a ciencia cierta, si fue un incidente aislado, o el resultado de un estado de inseguridad generalizado. Lo cierto es que tragedias como esa castigan injustamente a familias enteras y ponen una sombra de miedo y desconfianza sobre las fiestas, empañando el trabajo que, por generaciones, ha hecho el alegre y hospitalario pueblo carupanero para brindar unos bonitos carnavales a su gente y a todo el país.

Hay otro aspecto negativo. Por años, escuché a través de parientes y amigos que durante la fiesta, tradicionalmente ALGUNOS representantes de la comunidad gay de la ciudad, y demás regiones del país, se extralimitaban en sus expresiones de contento, mostrando públicamente comportamientos reñidos con la moral y las buenas costumbres, lo cual ahuyentaba a un número importante de asistentes, entre locales y foráneos. Entiendo que este es un tema delicado. Mi comentario no es una crítica disfrazada a la homosexualidad como tal. De hecho, pienso que sin importar nuestra orientación sexual, nuestras libertades nunca deben estar por encima de las normas básicas de convivencia ciudadana. Además, dentro del mayoritario sector heterosexual de la población, abundan los casos de inmoralidad en público, los cuales también deben ser denunciados, por el bien de todos. Lo que ocurre es que en una sociedad como la venezolana, más bien conservadora (comparada con otras más liberales de Europa, por ejemplo), reaccionamos más duramente cuando los involucrados son homosexuales. Dos dichos nuestros reflejan mi posición definitiva sobre este asunto: “En el mundo hay de todo y para todos” y “todo en exceso es malo”.

     «Grito» inspirador

Ahora, lo positivo; lo que realmente quiero resaltar aquí, y mi principal motivación para escribir sobre los Carnavales de Carúpano.

Como digo al principio, por cosas del destino no he asistido a los carnavales de la alegre ciudad sucrense. Aunque sí tuve la fortuna de ver algunos de los preparativos para el gran evento. Antes de establecerme en Asia, generalmente iba a casa de la familia en Carúpano con mi papá (su alma ya debe estar velando por los suyos en estas fiestas de 2010), poco antes o poco después del Año Nuevo, por lo que un par de veces el viaje coincidió con el Grito de Carnaval, los primeros días de enero. Entonces, me impresionaron realmente unas muy vistosas y bien acopladas bandas-show escolares, algunas con percusionistas chiquiticos, ¡de hasta 5 años de edad!, y con “batutas” también muy jovencitas, con impresionante habilidad. Asimismo, fui afortunado al ver la elección de la reina de nuestro sector, y constatar muy complacido que mis primos participan de lleno en la organización de esos eventos, incluyendo el diseño y confección de las elaboradas y exóticas “fantasías” lucidas por las bellísimas candidatas.

En relación a las agrupaciones musicales, los asiduos visitantes del Carnaval de Carúpano y los propios carupaneros están acostumbrados a esas refrescantes y emocionantes imágenes, pero, yo, personalmente, desconocía que existiera en Carúpano, desde hace muchos años, un sistema de bandas estudiantiles tan consolidado y vibrante. De hecho, la inspiradora escena de esos nños y jóvenes tan talentosos y esforzados originó en mí estas reflexiones, que permanecieron en el «tintero» por varios años, esperando el momento apropiado para ser compartidas.

     Mis esperanzas

Detrás de ese importantísimo movimiento socio-cultural, directamente asociado al carnaval, hay un factor esencial que lo hace posible y lo potencia, y que es, quizá, el patrimonio más grande y valioso de Carúpano: La alegría del carupanero. Los carupaneros se cuentan entre las gentes más alegres del país. Su alegría es famosa, y es uno de los pilares de su idiosincracia. En consecuencia, yo me siento orgulloso, bendecido – y alegre, claro está – por tener sangre carupanera en las venas.

El espíritu festivo de un pueblo puede transformarse en fuente inagotable de felicidad y prosperidad. Pero, al igual que ocurre con los ríos muy caudalosos, es aconsejable canalizarlo para obtener de éste el máximo beneficio. También podemos ver la alegría como la materia prima que necesita ser procesada y mezclada con otros productos para que podamos consumirla. En esta sencilla comparación, las plantas procesadoras serían la familia, los centros educativos, las organizaciones culturales, y demás instituciones. Y los otros productos serían la educación, la disciplina, la integridad, el trabajo, etc..

Por ejemplo, el Carnaval de Río (sin pretender hacer comparaciones odiosas), la fiesta más grande y fastuosa del mundo entero, tiene en la proverbial alegría del pueblo carioca su recurso más cuantioso. Pero, una celebración de magnitudes tan colosales no podría concebirse sin cantidades igualmente gigantescas de organización y trabajo.

Pero, volviendo a mi querido y recordado Carúpano, me emociono con el simple recuerdo de los muchachos que integran las fantásticas bandas musicales, entregados en cuerpo y alma a la impecable ejecución de sus instrumentos y coreografías. Y me regocijo, igualmente, pensando en lo atareados y contentos que han de estar ahora mis primos organizando la muy llamativa elección de su reina. Todos hacen la fiesta del carnaval, y también hacen patria, al mantener vivas nuestras ricas tradiciones.

Ahora, como entonces, tanto esos chamos comparseros como mis familiares me hacen sentir un orgullo incontenible por mi identidad venezolana y mi origen carupanero.

Sigamos poniendo tamborcitos, trompetas y disfraces en las manos y el corazón de nuestros pequeños, y enseñémosles «moral y luces», para que con el don divino de su alegría convertida en carnaval formen bonitas comparsas de bienestar y progreso, para su amado Carúpano, Venezuela y el mundo.


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