(Escrito publicado originalmente en mayo de 2010)
Ayer se celebró el Día de la Madre en muchos países del mundo, incluido Japón. Para nosotros en SOL, dicha celebración fue motivo de alegría, y también de algunas reflexiones importantes. En ese sentido, quisimos usar las historias reales de 4 madres latinoamericanas radicadas en Japón (los nombres fueron cambiados para proteger su identidad) como un modesto pero sentido tributo a las madres del mundo entero, y muy especialmente a aquellas que luchan incansablemente en suelo nipón, armadas con amor y fe indestructibles, para darle a sus amados hijos una vida digna.
Las ejemplares historias aquí mostradas pueden ser las de muchas madres latinoamericanas en suelo japonés y en todo el planeta. Para ellas, toda nuestra comprensión, todo nuestro respeto, y toda nuestra admiración. Esperamos que estos breves relatos contribuyan de alguna manera a generar acciones que beneficien a esas madres amorosas y sacrificadas, bendición para sus hijos y para la humanidad entera.
I) LUISA
Luisa llegó hace pocos meses a Japón con su esposo ( del mismo país que ella), su hija de 3 años y una “barriga” de 7 meses. Al mes de haber llegado, la niña fue aceptada en una guardería por un período de 4 meses: los últimos dos del prenatal, y los primeros dos del postnatal. Fueron afortunados, ya que este arreglo le permitió a la pareja disponer de más tiempo para concentrarse en la condición de la madre embarazada, y en los preparativos del parto.
Sin embrago, esos dos últimos meses de espera – de por sí difíciles para un gran número de mujeres embarazadas – se complicaron significativamente por el hecho de que ninguno de los miembros de la familia habla japonés. Así que los padres – sobre todo Luisa, como es lógico – tuvieron que lidiar simultáneamente con el avanzado embarazo, y con la dura adaptación a Japón, incluyendo la aclimatación de la niña a la guardería, quien, como es de suponerse, lloraba mucho todos los días por la ausencia de los padres, y por la imposibilidad de comunicarse con los maestros y los demás niños.
Luisa dio a luz, sin problemas, gracias a Dios. Pero casi inmediatamente, el esposo se enfermó y está de reposo, esperando por una operación. Eso significa que en los próximos meses, Luisa además de velar por el bebé recien nacido y por sí misma, deberá también ayudar a su esposo enfermo y, muy probablemente, encargarse de la hija mayor, ya que no es seguro que les permitan dejarla en la guardería, al menos por un tiempo.
II) MÓNICA
Mónica tiene una niña de 7 años. Llegó a tierras niponas con su esposo japonés hace aproximadamente 8 años; como al año de haber llegado tuvieron a su bebita, y unos 3 años más tarde se divorciaron.
Actualmente, Mónica es una madre soltera que trabaja duro para ganarse el sustento y procurarle una vida digna a su hija, mediante la puesta en marcha de su propio negocio, y la realización de diversos trabajos a destajo.
Pero sus dificultades no terminan ahí. Junto a su complicada situación laboral, esta abnegada mujer enfrenta algunas de las dificultades propias de las “madres solas”: los problemas emocionales de la hija por la ausencia paterna, y sus propios dilemas de mujer divorciada, incluyendo la muy humana aspiración de encontrar una pareja sentimental.
III) CORINA
Corina está felizmente casada con un japonés, y tienen una pequeña de 2 años. La niña, al igual que muchos otros niños nacidos en Japón de matrimonios nipo-latinos, está aprendiendo japonés rápidamente – el único idioma que se habla en casa – pero no habla nada de español.
Esta situación que antes parecía irrelevante ahora se está convirtiendo en un motivo de gran preocupación para Corina, ya que ella misma no habla japonés muy bien, y está comenzando a sentir que en el futuro cercano va a tener problemas para entenderse con su hija. Y en el peor de los casos, no van a poder comunicarse entre sí en español, la lengua nativa de la madre.
Corina, quien hasta ahora se ha sentido muy satisfecha con su vida de esposa y madre en Japón , no puede evitar experimentar ansiedad y temor, ya que si bien su esposo ha sido un gran apoyo en su proceso de adaptación a la sociedad japonesa, ella aquí aun se siente entre extraños. La sola idea de que la falta de comunicación con su adorada hija pudiera conducirla a la soledad y al aislamiento le hace sentir mucho miedo.
IV) ADRIANA
Adriana y su esposo japonés llevan casi 20 años viviendo en Japón – el mismo tiempo de casados – y forman una bonita familia que incluye 3 hijos.
Adriana es una mujer optimista y luchadora por naturaleza. Y en todos estos años en suelo nipón ha obtenido grandes logros profesionales, los cuales le han ganado el respeto y la admiración de propios y extraños.
Su felicidad sería completa a no ser por el lamentable hecho de que uno de sus hijos actualmente está enfermo de gravedad, y pudiera no tener cura.
Esta excelente mujer y madre, trabajadora incansable, enfrenta la enfermedad de su hijo con resignación y valor admirables. Su fortaleza espiritual, y el amor ilimitado por los suyos son los pilares que sostienen a su bonito hogar. Pero, precisamente esa gran sensibilidad de la que surge tan inmenso querer es la misma sensibilidad que la hace romper en llanto maternal, sagrado y puro, siempre que sostiene al hijo amado entre sus brazos.