Pegar no es educar, es humillar

Recientemente, en un supermercado de mi localidad, vi a una joven madre dando un palmada en la cabeza a su hijo de 2 ó 3 añitos, porque éste alcanzó una mercancía que colgaba próxima al coche, mientras ella esperaba en la fila para pagar. Por cierto, el niño tenía síndrome de Down…

 En esas situaciones, generalmente me entrometo, pidiéndole a la persona (de la mejor manera posible) que no lo haga. Pero esa vez, la palmada no me pareció tan fuerte, así que me abstuve de intervenir. Después me arrepentí. Primero, por que esa madre claramente tiene el hábito de palmear al hijo; es un acto reflejo. Y si lo palmea con tanta tranquilidad en público, tal vez entre las cuatro paredes de su casa pudiera ser peor. Segundo, porque el niño tiene necesidades especiales, y requiere aun mayor comprensión y protección. Así que escribo estas líneas en pago por mi inoperancia, y como disculpa pública a ese pequeño y a otros en su situación.

Ya hemos abordado el tema anteriormente, y lo haremos las veces que haga falta. A los niños no se les pega. Punto.

La organización para la protección de los niños, Save The Children, define el castigo físico como “el uso de la fuerza causando dolor, pero no heridas, con el propósito de corregir una conducta no deseable en el niño”.

Según un artículo aparecido en la revista Ellos & Ellas, edición 347 (www.caretas.com.pe), en varios países del mundo el castigo físico es una práctica ilegal. Además, cita al psicólogo infantil César Estrella diciendo que nunca debe aplicarse el castigo corporal, y que éste es un método que todavía se utiliza por creer que cambia la conducta de los chicos más rápidamente, a diferencia del diálogo. El especialista explica que golpear a los hijos es, generalmente, una reacción de descontrol y rabia que se transforma en una conducta de abuso y prepotencia.

Pero, a pesar de las evidencias científicas contra los castigos físicos, hoy en día aun hay padres que piensan que “una buena nalgada” o “un buen bofetón a tiempo” no hacen daño y que son , al contrario, beneficiosos para educar a los hijos pequeños. Ahora bien, el problema no radica sólo en la intensidad del golpe. Se ha demostrado que cualquier forma de reprimenda corporal, sean palmadas, nalgadas, sacudidas, empujones, apretones, tirones de orejas o cabellos, pellizcos y cualquier otra forma de reprimenda física “leve”, por inofensiva que parezca, traerá consecuencias negativas en la vida del niño. Por ejemplo, los niños golpeados por sus padres tienden a crecer creyendo que tanto sus faltas como las de otras personas deben, necesariamente, ser corregidas con castigos corporales.

En el sitio www.wethecildren.com/spanish/spankingspanish.htm, leemos esto: “El niño aprende que la manera de resolver un conflicto es por medio del uso de la violencia.  Empujar, jalar, morder, patear y pegar son acciones realizadas por sus hijos como una manera de solucionar el problema… el niño puede convertirse en una persona violenta que incluso utiliza la amenaza y la represión en sus relaciones con otras personas”.

A lo expuesto anteriormente, hay que agregar la humillación a la que se somete a los niños cuando se les castiga físicamente. Sin importar cuan bienintencionada sea la acción de pegar a un hijo pequeño, al hacerlo se le degrada como persona y se le vulneran sus derechos de niño y de ser humano. Asimismo, la autoestima del niño se ve seriamente afectada.

Este artículo, www.guiainfantil.com/educacion/castigo/infancia.htm, nos dice al respecto: “El pegar no enseña, no educa, solo representa amenaza y sumisión a los niños. El castigo físico enseña al niño a tener miedo y a ser sumiso a tal punto de disminuir su capacidad para crecer como persona autónoma y responsable”.

En el mismo artículo encontramos:

“Por qué pegan los padres a sus hijos

Existen muchos motivos por los que los padres recurren al castigo físico:

– Porque lo consideran oportuno para la educación de sus hijos

– Porque lo utilizan para descargar sus nervios

– Porque carecen de recursos suficientes para afrontar una situación difícil

– Porque no poseen las habilidades necesarias para conseguir lo que quieren

– Porque no definen bien las situaciones sociales en las que las emiten

– Porque no consiguen controlar sus emociones”

 Dada la desafortunada aceptación que, todavía en pleno siglo XXI, puede tener el reprender físicamente a los hijos, no estamos en posición de culpabilizar o condenar a aquellos padres que utilizan ese perjudicial método correctivo. Pero, como ciudadanos preocupados por el bienestar integral de todos los niños y de la sociedad en que vivimos, sí podemos instar a esos padres a que hagan una profunda auto evaluación de su proceder; que con mente abierta piensen en las razones que pueda haber detrás de tanta severidad hacia sus pequeños y amados hijos.

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