Este año, mi hija de 8 años pidió al Niño Jesús y a San Nicolás un regalo algo inusual (por cierto, mi esposa y yo sospechamos que ella sospecha que nosotros somos sospechosos de usurpar la identidad de los dos socios jugueteros).
Precisamente, ayer la llevé a la juguetería, para que eligiera con calma entre las muchas variantes que hay de ese su anhelado juguete, y se lo encargara, con la respectiva carta, al Niño y a Santa.
Tras comparar concienzudamente los pro y los contra de todas las opciones disponibles, mi dulce princesita se decidió por un C/R Toyota FJ Cruiser, 4X4, todo terreno, (sube pendientes de 60 grados y es anfibio).
¡Los tiempos cambian! En mis años infantiles, era impensable ver a una niña jugar con un carro a control remoto. Al menos en público.
Y no es que ahora sea muy común que digamos (puedo apostar que mi hija será la única hembrita de su curso y del vecindario con un juguete así), pero en una época donde las féminas conducen autobuses, camiones, trenes, etc., seguramente no causará tanta sorpresa.
En la tienda, mientras veía a tan adorable criatura, absorta en la elección de su carro, con sus ojitos agrandados por la emoción, caí en cuenta de que, tal vez, yo, sin proponérmelo, he estado influenciando fuertemente su gusto por pasatiempos como ese. Y es lógico, ya que desde su nacimiento he tenido la bendición de pasar mucho tiempo con mi hija.
La madre, por su parte, también ejerce un influencia muy positiva, estimulándole y celebrándole, en todo momento, sus infantiles deseos e iniciativas.
Finalmente, si nuestra adorada hija mantiene el interés por esos pasatiempos poco convencionales para una niña, mi esposa y yo seguiremos apoyándola, y seguiremos besándola y abrazándola con ternura lo más que podamos. Después de todo, también puede haber mujeres pilotos de autos y hasta de cohetes espaciales muy femeninas y tiernas ¿no?