Esta queja de algunos padres llega a nuestros oídos sobre todo en épocas de vacaciones, cuando ellos tienen que hacerse cargo de los hijos que se quedan en casa todo el día.
Tanto la tendencia de un niño a aburrirse, como la condición opuesta: su capacidad de entretenerse por sí mismo, son conductas aprendidas. ¿Y de quién las aprenden? Sí. Es correcto. De nosotros los padres.
Mientras más cosas les enseñemos a nuestros pequeños en sus primeros 2 años de vida, más formas de divertirse por su cuenta tendrán en los años siguientes, especialmente cuando no podamos – o simplemente no queramos – prestarles toda nuestra atención. No estamos sugiriendo que todos los padres debemos aspirar a producir un Leonardo da Vinci (los encargados de criar al genio renacentista debieron ser en extremo dedicados y estimuladores), sino que invirtamos en nuestros hijos el tiempo suficiente para inculcarles el gusto por algunos pasatiempos como la música (bailar, cantar o tocar instrumentos), los videos infantiles, los cuentos en CD, el dibujo, las manualidades y los juegos con muñecos, legos, etc..
Como bien sabemos, esas adorables criaturitas pueden poseer cantidades ilimitadas de energía física y mental, y nosotros sus progenitores debemos ayudarlos a canalizarla enseñándoles actividades entretenidas y beneficiosas, que expandan su creatividad y les creen hábitos saludables. Así, cuando no nos sea posible atenderlos, ellos conseguirán por sí solos algo divertido y productivo en que ocuparse.
Por supuesto que lo ideal sería pasar el mayor tiempo posible con nuestros retoños. Compartir con ellos actividades cotidianas y recreativas , tanto dentro como fuera del hogar, es fundamental para su desarrollo emocional. Pero como es poco probable que nuestras rutinas diarias (incluso cuando permanecemos en casa) nos permitan estar permanentemente con ellos, lo más aconsejable es tratar de lograr un balance entre su natural dependencia de los padres y su sentido de independencia.
Medidas prácticas, resultados mágicos
En nuestra doble condición de padres y orientadores estamos muy conscientes de que no siempre es fácil (particularmente en el caso de padres muy jóvenes o primerizos) poner en práctica las sugerencias recibidas en materia de educación temprana. Factores personales, familiares y de diversa índole pueden dificultar la aplicación de la “teoría” en nuestro diario acontecer, o como diríamos coloquialmente: “del dicho al hecho hay mucho trecho”. Por eso, aunque convencidos de que nuestra modesta orientación sobre el particular daría resultados muy positivos si es implementada, entendemos que no es una receta sencilla que traiga resultados inmediatos. No. Hay que hacer algunos sacrificios. Pero, ahí está el detalle: entender que a la hora de educar a nuestros querubines – y en la vida en general – lo bueno cuesta.
Pero, somos personas, no robots. De ahí que, a veces, por falta de información, energía, motivación u otras razones humanas, dejamos de hacer lo que instintivamente sabemos que es mejor para nuestros hijos. Por eso es tan importante estar al tanto de los inmensos beneficios que, en todos los aspectos, traerían a nuestros niños, a nosotros los padres y a todos los involucrados seguir los consejos básicos de los especialistas en materia de educación y estimulación infantil temprana.
No hay fórmulas mágicas, en el sentido de que tenemos que dedicar tiempo y esfuerzo. Pero, si nos lo proponemos, veremos en nuestros adorados pequeños resultados tan maravillosos y gratificantes, que nos sentiremos inmensamente recompensados y bendecidos. Veremos ante nosotros la diaria transformación de nuestros bebés en niños sanos, felices y despiertos, gracias a nuestra dedicación. Eso nos llenará de dicha y hará nuestra vida familiar mucho más llevadera. En este sentido, el resultado sí es algo mágico, ya que es una prueba contundente de la magia que produce la amorosa entrega de los padres a sus hijos.
Ángel Rafael La Rosa Milano
«El sol brilla siempre dentro de ti»