Tocando mi puerta… y mi corazón

Revista La Atalaya         

 Hoy (sábado 31 ) pasó algo después de lo cual sentí la imperiosa necesidad de escribir esto inmediatamente.

En una gélida y nublada tarde sabatina con fuertes vientos que anunciaban tormenta, me encontraba en la comodidad y el calorcito de mi hogar, disfrutando de un inusualmente largo reposo vespertino, junto a mi esposa y mi hija, cuando de pronto sonó el timbre. Definitivamente, el último sonido que espera oír uno en un momento así.

 Pensé en no responder el llamado, sospechando que podría tratarse de algún vendedor de fines de semana, y sobre todo dada la muy confortable situación en la que estaba. Pero cambié de opinión. Receloso como estaba de atender, me sorprendía el hecho de que un vendedor pudiera ser tan temerario como para desafiar condiciones climáticas tan adversas, así que me acerqué sigilosamente a la puerta para ver  a través del visor.

 Aquel inoportuno visitador lucía más bien como un Testigo de Jehová, por lo que decidí abrirle. Y ahí estaban: un hombre de mediana edad y una joven mujer (al caballero no lo reconocí, pero a la muchacha ya la había visto un par de veces), como siempre, muy agraciados en sus modales y en su aspecto personal;  rozagantes como en el más soleado de los días.     

 Aunque no estoy muy de acuerdo con la forma como estos diligentes visitadores cristianos difunden sus creencias (que son diferentes a las mías, además), en estos 5 años de residencia en Tokio he aprendido a ver el lado bueno de su infatigable pregonar, y de alguna forma les he tomado aprecio sincero. Y es porque aparte de mi natural aceptación de las tendencias religiosas del prójimo, veo que ellos se toman la molestia de visitarme cuando podrían estar reposando plácidamente, y siento que su interés por mi bienestar espiritual es genuino. Y adicionalmente, en la mayoría de los casos son hermanos latinoamericanos que me hablan en español, mi hermoso idioma materno.

 Tras 5 años de esporádicas, breves e interesantes conversaciones frente a mi puerta, ellos ya saben que mis convicciones no sólo difieren de las suyas, sino que son igual de firmes. Pero también saben que son siempre bienvenidos y apreciados. Por cierto, colecciono todos los folletos que tan gentilmente me dan, porque contienen material muy valioso para mi vida y la de mi familia (información, consejos, historias, etc.), si importar mi orientación espiritual.

 Repentinamente, me viene a la mente el recuerdo de mi amado difunto padre. En mi temprana juventud, me costaba entender que él pasara tanto tiempo hablando tan animadamente con los predicadores que nos visitaban en aquella época. Y resulta que ahora, sin proponérmelo, estoy haciendo lo mismo…       

 Mientras veía al gallardo caballero y a la agradable joven, ahí frente a mí, en tan cordial actitud, en tan severo clima, los respeté y admiré – y a mis otros amigos Testigos de Jehová – más que nunca. Y le agradecí, una vez más, íntima y profundamente, a su Dios y a mi Dios (que al final de cuentas tal vez son uno solo), que ellos pasaran hoy por mi casa, tocando mi puerta… y mi corazón. 

Ángel Rafael La Rosa Milano

«El sol brilla siempre dentro de ti»

2 Responses to Tocando mi puerta… y mi corazón

  1. Lorena La Rosa dice:

    Querido hermano, recibe un amoroso saludo.

    A mí también me persigue el mismo recuerdo de nuestro padre no sólo atendiendo a los predicadores que llegaban a la puerta de casa materna, sino también compartiendo horas interminables conversando con uno de sus mejores amigos (quien es evangélico) sobre sus posiciones religiosas. Siempre llamó mi atención el respeto y la tolerancia de aquellos encuentros que marcaron definitivamente mi vida para siempre porque aprendí que aun teniendo diferentes puntos de vista con otras personas, se pueden tener conversaciones fructíferas, agradables y con grandes aprendizajes; pero eso si; es indispensable la tolerancia.

    Besos

    Tu hermana Lorena

    • Ángel Rafael La Rosa Milano dice:

      Hola querida hermana, disculpa la demora en responder. Por no hacerlo inmediatamente se me pasó… Pero te agradezco sinceramente por tus frecuentes y amables visitas. Siento que, de alguna forma, nuestros padres fomentaron en nosotros sus tres hijos el respeto y la tolerancia hacia otras creencias religiosas distintas al catolicismo. Además de lo cuentas de nuestro amado padre, recuerdo que de adolescente a veces me entretenía con la lectura de algunos libros de budismo y otras religiones que había en la biblioteca familiar. ¡Gracias hermana! un beso…

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